18.6.06

Exlibris Pepe Sevilla


Un día de los que tenía muchas prisas, dejé la comida en el fuego y salí pitando de casa con la intención de volver en seguida. Mi pequeño quiso acompañarme y con él de la mano me subí al ascensor. A los dos segundos un ruido extraño me avisó de que algo no funcionaba y efectivamente, la cabina, después de dar un par de sacudidas, se paró entre dos pisos. Inmediatamente hice lo que hay que hacer en estos casos, o sea, pulsar la alarma, primero de un modo intermitente y al no responder nadie, dejé el dedo clavado en el botón hasta que se me agarrotó el brazo. El edificio donde vivía entonces era pequeño, sin vecinos apenas y calculé cuáles podían encontrarse en casa en aquellos momentos. Un poco nerviosa, me dije que allí no sólo no había un alma sino que además, no volverían hasta las tantas mil. Como una hora después, un tufillo a lentejas quemadas me recordó que el fuego estaba encendido. Lo que faltaba. De rato en rato, pongamos cada cinco minutos, me entraba un no sé qué, que me hacia aporrear las paredes y berrear lo mismo que una posesa. Mi hijo me miraba asombrando; hasta entonces no me había visto perder la compostura. "Mamá, no te desesperes que a lo mejor está la abuelita de E., el del ático, lo que pasa es que la señora tiene cara de sorda ". "Callate -rugí- que tenemos que ahorrar aire" No sé el tiempo que pudo pasar pero poco antes de que se quemara la casa y de que mi hijo agotara mi paciencia, un vecino apareció milagrosamente. Como pudo, utilizando una llave especial dejo un pequeño hueco. Por fin luz del día, aunque ahora el olor a lentejas chamuscadas era más intenso...También apareció, para lo que necesitase, Pepe Sevilla, el padre de un amigo de mi pequeño. " Hola Puchi, soy Pepe" Me saludó agachándose el hombre todo lo que pudo. "Hola, Pepe" le respondí desde el fondo del hueco del ascensor, procurando darle un tono de jovial despreocupación a mi voz. Cuando toda la pesadilla terminó, Pepe me llevó a tomar un café. Habíamos hablado mucho por teléfono, conocía a su mujer y a sus hijos, pero a él, personalmente, no, hasta ese día. Desde entonces mantenemos una buena relación y cuando nos vemos, me lo paso muy bien. Este exlibris se lo hice, por dos razones , la primera, porque es un gran amante de los libros y la segunda porque un día me enteré por casualidad de que tenía un cuadro mío de salvapantallas. Averigüé el cuadro que era, e intenté hacerle un exlibris que le recordara al cuadro.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

soy angel, dejo este comentario para la mujer mas maravillosa del mundo entero a la cual yo le tenia un gran aprecio,su recuerdo estara presente siempre en mi corazon y espero que alli donde este sea muy feliz

11:40 a. m.  

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