Exlibris Miguel 02
Hoy no tenia previsto colgar este exlibris de Miguelito sin embargo, desde ayer que mantuve una conversación por telef. con él, no me lo puedo quitar de la cabeza. " ....Me he comprado una fuente..." me comentó eufórico. En un principio creí que mi amigo se había comprado una bandeja de loza, o de porcelana, o de acero..."No Puchi, no; una fuente, fuente. Una fuente de esas grandes, de mármol rosa, muy trabajada, como de renacimiento italiano. Una verdadera maravilla. ¿Grande? pregunté yo, con la garganta casi seca. "Pues, sí, quizá demasiado... Pero es igual, porque en el patio de la oficina quedará preciosa". Lo que mi amigo llama patio no es mucho más que un distribuidor a la intemperie. "Ya verás cuando entren los clientes: se caerán de espaldas" Siguió contándome entusiasmado igual que un crío, por su última adquisición. Y yo mientras le escuchaba no pude evitar imaginarme a la fuente canora en todo su esplendor y a la asistenta llenando alli el cubo de la fregona, y a Carmenzita bañando bajo el risueño chorrillo a la tortuga "Cuarcito", y a mi hijo el pequeño montándose una naomaquia de impresión, con el barco pirata y los clic de Playmobil, y al patoso de mi marido, que de puro grande anda siempre a tropezones, dejandose los sesos entre volutas alabastrinas... Hay un pequeño problema -dice Miguel un poco compungido- que la fuente está en Madrid (a 500Km, y tiro por lo bajo) que del transporte me tengo que encargar yo, que con cinco hombres no se puede ni mover, que hay que buscar una furgoneta que pueda traerla y que encima para subir y bajarla de la furgoneta se necesita una grua ...." Y yo ya al borde del colapso suelto:" Y no se te olvide que hay que cruzar Despeñaperros " A ese puerto le tengo una tirria especial. Pero en seguida me arrepiento de haberle dicho eso. ¡Hay que ser positiva! Además a los amigos hay que apoyarles por muy surrealistas que sean. Y en seguida me veo la llegada de la fuente a la oficina y como supongo que no pasará por la estrecha y angosta escalera se instalará la grua en el balcón del despacho que enfrenta con el patio. También supongo que como el pueblo es muy pequeño el espectáculo está garantizado: la chiquillería del barrio alrededor armando bulla, el tendero de la esquina con un ojo en el negocio y con el otro viendo como se eleva la fuente por los aires, y el boticario que desde el escaparate de la farmacia gozará deposición privilegiada, capaz será de echar el cerrojo mientras dure. Y ahora estoy pensado, que ese día tan importante del que hablarán los cronistas del lugar, tendré que trasladarme allí con mi familia al completo (300Km de nada), mi marido y mi mayor de corbata, el pequeño con polo nuevo de firma y Carmenzita y yo de teja y mantilla. Un día es un día ¡Qué caray!.
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