23.6.06

Exlibris de José y Mercedes

Mañana los padres de José piden a Mercedes y yo pensé hacer un exlibris para este día tan importante para ellos. Por diversos motivos el tiempo se me echó encima así que hoy a las dos de la tarde con un sol que derretía las piedras salí de la imprenta con cincuenta ejemplares. Afortunadamente junto a la imprenta hay una parada de taxis, y para mi alegría vi a cuatro o cinco estacionados a la sombra de unas jacarandas, pero en ninguno de ellos encontré al conductor. Después de aguardar diez minutos sudando la gota gorda me acerqué al bar más próximo por si me podían explicar el misterio de los taxistas desaparecidos. "Sí, esto es una parada pero no se moleste en esperar porque los chóferes están comiendo" Me contestó el camarero. Mi mirada de desesperación debió taladrarle el alma porque enseguida continuó:"No se preocupe, mujer, que ahí, al volver de la esquina, encontrará uno enseguida". El sol, ya digo, implacable y yo firme al borde de la calzada y con el brazo extendido todo el tiempo, no se me fuese a colar alguno. Así veinte minutos y ya a punto de la apoplejía, un taxi se para a mi lado: "Si va en buena dirección la llevo; si no, no, que es mi hora de descansar". Sin contestarle y de un salto, con una agilidad impropia de mis años y de mis quilos, me planto en el asiento trasero e inmediatamente, echo el seguro de la puerta, mientras me digo que de allí ya no me saca ni un batallón de picoletos. El taxista, me mira por el retrovisor e insiste: "Que ya he terminado el turno..."Hago como que no le oigo bien y entre dientes murmuro mi dirección. El hombre suelta un taco y yo me agarro más fuerte a la tapicería. Fijo que de aquí ya no me muevo. Para ahorrar combustible, muchos taxis no llevan puesto el aire acondicionado y este tampoco. Así que, en cuanto se pone en marcha, por las cuatro ventanillas entra un vendabal de fuego que me corta la respiración. "Para llegar antes entraremos por la autovía" Esa es la desventaja, una más, de residir en la quinta puñeta, pienso. Y he aqui que a la par de pisar el acelerador el hombre se conecta a Radio-Pandereta y me la pone a todo volumen "¡¡¡Si le molesta lo quito!!!" Grita para hacerse oír por encima de tanto decibelio. Y yo que ya estoy resignada a permanecer los próximos minutos en las calderas de Pedro Botero le hago un gesto de ni fu, ni fa. Pero al instante y no sé si porque el calor le ha reblandecido los sesos, o porque la velocidad lo entona, el caso es que rompe a tararear a voz en grito la rumba que suena por la radio y según canta y canta, el hombre se va creciendo, y en ese momento en que la letra de la canción se pone más melodramática y racial, suelta el volante, sube los brazos y gesticula y declama al son de la música. Me quedo helada pese al calor. El taxista busca mi cara de admiración por el retrovisor y al vérmela desencajada cree que me mareo. "Saque la cabeza y respire". Aquí ya, aún sin dejar de cantar, sus manos vuelven al volante.
Empapada en sudor entro en casa y saco los exlibris del bolso. No han quedado a mi gusto, eran más bonitos cuando los dibujé y con los otros colores que les puse en un principio se veían mejor. Dudo si entregarselos a los chicos. Aprecio mucho a José y me da rabia que no hayan salido perfectos... Del calor, del taxista-artista, del dineral que pagué por el trayecto y de otras vicisitudes con las que tropecé haciéndolos ya me he olvidado.